Vi el fin del mundo en sus ojos. Cálidos, azules, llenos de gracia. La violencia, el amor, el duelo, reflejados en dos lagos profundos y llenos de color. El principio y mi final en el mismo lugar, el cielo y el infierno en el mismo cuerpo. Las redes estaban echadas. Atrapada estaba, pero sin ganas de salir.
Vi el fin del mundo en esos ojos. Tristes, desesperanzados, rotos. Vi el trinar de los pájaros, el silencio del lobo, el parloteo incesante de la gente. Lo vi todo, y no sentí nada como antes. Solo frío. Indiferencia. Una cara desconocida en el invierno de mi corazón.
Todo esto lo escribí ese día, y todavía recuerdo cómo me sentía. Desesperanzada. Triste. Un paisaje nada extraño en mis días.